Nuestras palabras
Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Mateo 12:36.
¿Nos hemos arrepentido alguna vez de haber dicho algo que no debíamos? ¿Cuán importantes son las palabras que usamos cada día en nuestro trato con los demás? Especialmente, ¿cuánto valoramos las palabras que utilizamos en el círculo familiar?
Es en nuestro círculo familiar donde tenemos algunos de nuestros mayores retos. Es ahí donde los que viven en nuestra casa llegan a conocer quiénes somos realmente; este es nuestro primer campo misionero.
Varias veces he sufrido las consecuencias de no hablar las palabras adecuadas al dirigirme a mi esposo o a mis hijos. En su libro El arte perdido de pensar, el Dr. Neil Nedley habla de los “pensadores de todo o nada”, a quienes les gusta simplificar las palabras y utilizan solo extremos o absolutos. Por ejemplo: bueno o malo, magnífico u horrible. Menciona algunas de las palabras extremistas que usamos diariamente, y nos anima a cambiarlas y a cultivar un pensamiento más positivo. Palabras y expresiones como: siempre, nunca, deberías, todo, terrible, nada, horrible, totalmente, espantoso, completamente… ¿Nos suenan conocidas? ¡Cuán diferente sería nuestro hogar si tuviéramos más cuidado al usar estas palabras!
¿Cuántas veces hemos herido al ser amado con las palabras descuidadas que usamos? ¿Hemos preguntado alguna vez a nuestros familiares y amigos cómo suenan nuestras palabras en sus oídos? ¿Les inspirarán paz, o causarán ansiedad y enojo? ¡Cuán reconfortante es la reconciliación! ¡Cuántas veces, como esposa y madre, he tenido que pedir perdón a mi esposo y a mis hijos! Gracias a Dios, que transforma corazones.
Siempre hay retos que superar, y nuestro hablar es uno de los más grandes. La lengua es pequeña, pero poderosa para edificar o destruir. Evaluemos nuestras palabras y consideremos si son para bendición o si provocan dolor innecesario. Que nuestro hablar pueda reflejar el amor de Dios, y que los que nos rodean puedan ser bendecidos por nuestras palabras. Rindamos a Dios el control de nuestra lengua; y si caemos, que el Señor nos restaure.
-Maru McDonald.
Jardines DEL ALMA
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