Jehová es nuestro escudo, y nuestro rey es el Santo de Israel.
Salmo 89:18
Estábamos agotados después de una larga caminata. Nos quedamos dormidos sobre el piso de una escuela rural, cerca de Quillabamba, Cuzco, Perú. Entre sueños, escuché pasos de gente que caminaba alrededor del aula. De repente, golpearon la puerta vociferando palabras soeces y nos alumbraron con linternas. Me puse de pie como impulsada por un resorte.
-¡Están rodeados! -gritaron- ¡No se atrevan a hacer nada!
En pocos segundos lograron romper la puerta. Frente a cada persona se detuvo un policía, apuntándonos con su rifle. Más de uno de los muchachos había dormido con la cara cubierta por un pasamontañas para evitar la picadura de insectos, y con la punta del rifle se las quitaron.
Era un comando de la policía antiterrorista. Unos vigilaban y otros hurgaban en las mochilas. Buscaban panfletos de lucha armada, pero encontraron revistas Vida feliz, Biblias, himnarios y El camino a Cristo.
-¿Quiénes son ustedes? -preguntó el jefe.
-Somos jóvenes adventistas -respondimos-. Estamos haciendo una expedición de supervivencia en cumplimiento de uno de los requisitos para la clase de Guías Mayores de nuestra iglesia.
Pidieron nuestros documentos de identidad. Les dimos las cartas de autorización de salida de la iglesia y de la Policía Nacional, y constancias de las comisarías por donde habíamos pasado. En ese tiempo, el Perú enfrentaba a dos movimientos terroristas, Sendero Luminoso y Túpac Amaru. Dijeron que les habían informado de que un grupo terrorista estaba en la zona. Frente a cualquier alerta, la policía combatía, y después averiguaba. Los diecisiete jóvenes agradecimos a Dios porque no fuimos atacados; nunca “decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana” (Lam 3:22, 23).
El comando se disculpó y nos ofreció ayuda en nuestra misión. Al llegar a la meta, nos alojamos en la comisaría y designaron un policía para resguardarnos durante la caminata nocturna en la selva. Experimentamos la protección divina que confirmó que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1).
— Esther López.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
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