martes, 20 de mayo de 2014

MI NOMBRE EN SU MEMORIA

“Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos, Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria”. Isaías 49:1.
Mis padres, muy ligados a la fe católica, desde pequeña me llevaban semanalmente a la iglesia, pero fue mi Padre celestial, quien me tuvo en su mente antes de que estuviera en el vientre de mi madre, me escogió y guio, por sendas que aún no conocía, hacia su luz admirable. Cursaba el primer año de secundaria en un colegio de religiosas cuando mis padres decidieron separarse. Fue una experiencia muy triste para mí. Afronté muchos conflictos internos, y me convertí en una jovencita retraída y melancólica. Ya no era la misma; no reía y me llené de resentimiento y dolor al punto de no querer estudiar más. Mi madre, muy preocupada, habló con una amiga, que fue e instrumento de Dios para dar un giro a mi vida.
Esa amiga conocía el problema y le dijo a mi mamá: “Tengo un hijo en un colegio cristiano y es muy feliz allí. Le han enseñado cosas maravillosas. ¿Por qué no visitamos juntas ese colegio y pruebas allí con tu hija?”. Un día, mamá llegó con la noticia: me había matriculado en el colegio adventista. A mí me daba igual, no me alegraba ni me entristecía. En ese momento no podía imaginar lo que encontraría allí: amigas cristianas que me amaron e incluyeron en su grupo como si yo fuera muy importante para ellas, profesores comprensivos, pero por sobre todo encontré a mi amado Jesús, quien llenó mi vida por completo. Él me devolvió las ganas de vivir y empecé a asistir cada sábado a la iglesia.
El 27 de diciembre de 1986 me bauticé. Una de mis mejores amigas me regaló el libro El camino a Cristo, que afianzó mi fe, y entendí el incomparable amor de Dios por mí. Todo iba bien hasta que mis amigas decidieron ir a la Universidad Peruana Unión, en Lima. Quedé sola otra vez. Empecé mis estudios de Obstetricia, hasta que una noche, orando a Dios, le pregunté: “Señor, ¿crees que yo también pueda ir a esa universidad?”. Un año después, Dios me llevó a su universidad. Pasé duras pruebas pero, tomada de su mano, Dios trazó mi futuro.
Amiga, nadie diseñará mejores planes para ti. Él te llamó desde las entrañas de tu madre y tiene tu nombre en su memoria.
Rosa Llontop Díaz de Valladares, Perú


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