Entonces envió Israel embajadores a Sehón rey de los amorreos, diciendo: Pasaré por tu tierra; no nos iremos por los sembrados, ni por las viñas; no beberemos las aguas de los pozos; por el camino real iremos, hasta que pasemos tu territorio. Números 21:21, 22 (RVR).
No, no estás leyendo la historia de Edom de hace unos días. Es otra historia; cercana en el tiempo, pero diferente.
En el capítulo 20 de Números aparece la historia del rey Edom, que recibe el pedido de Moisés de pasar con el pueblo por su territorio y le dice que no. El pueblo de Dios no pasa por su territorio y tiene que transitar otro camino para intentar acercarse a su destino.
Un capítulo más adelante, en el mismo libro, el mismo pueblo, con el mismo líder y el mismo pedido, elevado a otro rey. Este es el rey Sehón, de los amorreos; pero responde exactamente igual que el otro. Quizás envalentonado por lo que había sucedido con su vecino Edom.
Tenía el dato histórico reciente de un rey que dijo “No”, y el pueblo de Israel había retrocedido. ¿Por qué iba a ser diferente con él?
Números 21:24 dice que Israel tomó posesión de esa tierra a filo de espada.
Es extraño, pero el mismo Dios que un capítulo antes no hace nada, no dice nada y queda “ajeno” a la situación de su pueblo, un par de kilómetros más allá, entrega a un pueblo en la mano de Israel. El mismo Dios que no actúa en un momento de tu vida, coloca su mano clara y definidamente en otro, que hasta puede ser parecido. Son esas decisiones extrañas de Dios que debemos aceptar por fe. Puede no ser fácil, pero siempre será lo mejor.
Nosotros queremos que Dios siempre actúe de la manera que nosotros queremos. Si él destruye una vez a los enemigos de su pueblo, que los destruya siempre. Si él hizo tal milagro una vez, que lo haga siempre. Desde nuestra finitud, nos gustaría que la inmutabilidad de Dios se mostrara en ese tipo de actos.
Solo que en los tiempos de Cielo, las personas y los pueblos tienen momentos diferentes; pueden hasta ser paralelos, pero continúan siendo diferentes. Lo que es “ya” para unos, en la providencia divina es “en un rato” para otros. Podemos no entenderlo, pero lo mejor es aceptarlo.
365 vidas
Por: Milton Bentancor
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