Proverbios 1: 8 - 33
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
Y no desprecies la dirección de tu madre;
Porque adorno de gracia serán a tu cabeza,
Y collares a tu cuello.
Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar,
No consientas.
Si dijeren: Ven con nosotros;
Pongamos asechanzas para derramar sangre,
Acechemos sin motivo al inocente;
Los tragaremos vivos como el Seol,
Y enteros, como los que caen en un abismo;
Hallaremos riquezas de toda clase,
Llenaremos nuestras casas de despojos;
Echa tu suerte entre nosotros;
Tengamos todos una bolsa.
Hijo mío, no andes en camino con ellos.
Aparta tu pie de sus veredas,
Porque sus pies corren hacia el mal,
Y van presurosos a derramar sangre.
Porque en vano se tenderá la red
Ante los ojos de toda ave;
Pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas,
Y a sus almas tienden lazo.
Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia,
La cual quita la vida de sus poseedores.
La sabiduría clama en las calles,
Alza su voz en las plazas;
Clama en los principales lugares de reunión;
En las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza,
Y los burladores desearán el burlar,
Y los insensatos aborrecerán la ciencia?
Volveos a mi reprensión;
He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros,
Y os haré saber mis palabras.
Por cuanto llamé, y no quisisteis oír,
Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese,
Sino que desechasteis todo consejo mío
Y mi reprensión no quisisteis,
También yo me reiré en vuestra calamidad,
Y me burlaré cuando os viniere lo que teméis;
Cuando viniere como una destrucción lo que teméis,
Y vuestra calamidad llegare como un torbellino;
Cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.
Entonces me llamarán, y no responderé;
Me buscarán de mañana, y no me hallarán.
Por cuanto aborrecieron la sabiduría,
Y no escogieron el temor de Jehová,
Ni quisieron mi consejo,
Y menospreciaron toda reprensión mía,
Comerán del fruto de su camino,
Y serán hastiados de sus propios consejos.
Porque el desvío de los ignorantes los matará,
Y la prosperidad de los necios los echará a perder;
Mas el que me oyere, habitará confiadamente
Y vivirá tranquilo, sin temor del mal.